Todos los caminos de la ciudad de México llevan al Zócalo, pero para cada persona el camino es distinto. Yo llegué hasta aquí buscando historias. Aquí, en el centro de la ciudad de México, bajo un sol inclemente o bajo las súbitas tormentas de la temporada de lluvias que amenazan con inundar las carpas de los huelguistas, hablo con los trabajadores y trabajadoras de Luz y Fuerza del Centro que se mantienen en huelga de hambre en su lucha para recuperar su empleo. Contra los grandes medios de comunicación y contra el reloj que avanza en su contra. Estas son sus historias.

martes, 15 de junio de 2010

Día 52 - a los que callan


Me acuerdo mucho de la partida de Leo. Él fue la primera persona a quien entrevisté. Siempre se levantaba para saludarme, a pesar de mis gritos enojados (¡no te levantes!). Los huelguistas de hambre tienen prohibido levantarse rápido, porque se marean. A Leo le daba igual, porque se alegraba cuando nos veía llegar. Yo solía sentarme un rato junto a él. Leo, tan dulce, tan inocente, ya se fue. Lo extraño. Se fue tras tantísimos días de ayuno inútil. Como los demás. Se fueron también Cuauhtémoc, Roberto, Israel Cristian, Federico, Marco, Ranulfo, Miguel y Omar. Se fueron Pablo Esparza, Gerardo y Rocío, que se me escaparon entre los dedos y a quien ya no pude entrevistar. Se fue Héctor, se fue Cutberto, se fue Betty. Se fueron muchos otros a quien nunca alcancé a conocer. Ayer se fue Omar M. Cortés. Su película preferida es La Sociedad de los Poetas Muertos. Esa película que habla de la importancia de seguir los sueños hasta el final. Y creo que Omar ya sabía que se iba, porque me despidió a la antigua, como se despide a las damas: con un beso en la mano. A todos los echo de menos. Si, os echo de menos. La carpa está medio vacía. Los huecos no son solo espacios vacíos. Son nombres de amigos.

No llegué aquí, en un principio, para ser vuestra amiga. Me trajo la curiosidad por el espeso silencio de los "medios de masas" (exluyo aquí, desde luego, los habituales medios que SÍ hacen su trabajo: La Jornada, Proceso y Contralínea, además de muchas radios y periódicos alternativos). ¿Cómo es posible, me dije yo, el mismo día en que salió el primer huelguista de la carpa, tanto silencio? ¿Nadie va a ir, nadie va a contar nada? ¿Los dejarán morir sin más? ¿Acaso es tan difícil investigar un poco, preguntar aquí y allá? Yo, extranjera, lo hice. Llegué a las carpas sin saber nada, con las manos vacías. No tenía nada que ganar, ni recibo pago alguno por lo que hago: vosotros no podéis decir lo mismo. Sabed, sin embargo, que no fue difícil hablar con ell@s, al contrario. Si, llegué para contar lo que vosotros calláis. A Bertolt Brecht me remito –y me seguiré remitiendo mientras dure esta huelga- cuando digo que ¡qué tiempos estos en que hablar de árboles es casi un crimen porque supone callar sobre tantas alevosías…! Os juzgo pues culpables a todos aquellos que habláis de otras cosas mientras vuestro país se descompone en pedacitos: sois culpables no por lo que contáis, sino por lo que no contáis. Si, sois culpables por omisión, porque sois, o decís que sois, periodistas, y os debéis –como los políticos- al pueblo, y vuestro silencio es cómplice. Y es posible, incluso probable, que en un día no muy lejano la historia –o simplemente vuestros compañeros de viaje- os juzguen por ello.

Y a los periodistas que difamáis y mentís impunemente ¿qué clase de ética tenéis? ¿a quién os debéis? ¿no os queda dignidad alguna? Os sabéis protegidos y difundís injurias sin miedo a tener que pagar por ello, aunque sois periodistas y os debéis a la verdad. Sabéis muy bien cuál es la diferencia táctica entre decir “casi la mitad de los trabajadores” o “apenas 18.000”, aunque ambas frases signifiquen lo mismo, y acusáis sin pruebas de ineficiencia, vagancia y hasta de sabotajes. Habláis de “privilegios”, envidiosos tal vez por no tener vosotros pensión o seguridad social, de “gasto al erario público”, y en una orgía surrealista de adjetivos llegáis incluso a acusar a los sindicatos y a los trabajadores de todos los males del país. Según vosotros, la universidad (y todo lo demás) debería ser del más estricto pago, porque solo los que tienen dinero merecen tener acceso a la educación, a la sanidad, a la vivienda y a la digna jubilación. El “erario público” –hay que entender de vuestras alegaciones- está para construir infraestructura a cargo del contribuyente y luego “licitarla”, esto es, venderla o regalarla incluso, a empresas privadas que no han realizado –siquiera- inversión alguna. La fibra óptica, que costó al “erario público” más de 30.000 millones de pesos, fue licitada (regalada, en mi opinión) por menos de 900 millones de pesos. El precio de 900 casas. No sois inocentes de lo que decís. Habéis recibido educación y la usáis contra aquellos mismos a los que habéis prometido informar. No alegéis pues, que no sabíais. Decid, si acaso, que no quisisteis saber.

También en España -no me engaño- los sindicatos son corruptos. Corruptos son los sindicatos, los políticos, las empresas, cualquier entidad o persona que maneje grandes cantidades de dinero. La corrupción es consecuencia, y no causa, de la mala administración del poder. Pero vosotros gritáis: ¡son corruptos: eliminadlos! ¡son ineficientes: licitadlos! ¡no hacen bien su trabajo: concesionadlos a la empresa privada! Y yo os digo: ¿y por qué no elimináis, licitáis y concesionáis al gobierno en pleno? ¿por qué no licitáis el congreso a estados unidos y la Suprema Corte a Iberdrola? Al fin que son corruptos, ineficientes y hacen mal su trabajo. ¿A qué esperáis para vender PEMEX, vuestro último reducto de soberanía energética, al fin que ya os habéis vendido todo lo demás? ¿Qué haréis cuando ya no os quede nada que vender, qué le dejaréis a vuestros hijos? La ineficiencia –al igual que la corrupción y el mal hacer- no es causa sino consecuencia –y en muchos casos una consecuencia largamente orquestada y planeada- de las políticas de estado. Vendedlo todo, entonces, vended, vended, pero por favor os pido que no mintáis más. Es insoportable escuchar tantas mentiras seguidas de gentes como vosotros que se deben a la verdad. Nada os impide decirlo a la cara. Sabed, eso si, que se empieza vendiendo el alma –y la pluma- y se acaba siendo cómplice en la venta de todo un país.

1 comentario:

  1. Que linda Altea, te admiro mucho en verdad...

    Es encantador leerte, es romper el silencio, es descubrir ese mundo perdido entre la complicidad y el poder. Es descubrir otro periodismo, un periodismo no vendido a los poderosos, sino al contrario, real, comprometido y no por eso mentiroso.

    Te admiro mucho Altea, la decisión de darle voz a los electricistas es verdaderamente apreciable, perdona si mi sintesís falla, si se me van los acentos, pero todo esto te lo digo de corazón. Gracias por compartir estas historias, por hacerlas llegar hasta acá, donde a pesar de la lejanía,podemos descubrir una realidad que no se muestra en los medios de comunicación.

    ResponderEliminar