Nombre: Andrés Cutberto Vázquez Pacheco
En huelga de hambre desde: 29 de Abril
Edad: 50 años
Puesto en LyFC: Liniero A, Líneas Aéreas
Se llama Cutberto en honor al padre de su madre. Trabaja como liniero A, con tres personas a su cargo, tres personas a quien debe enseñar y cuidar. Él es responsable de sus vidas. Si algo malo les pasara, él sería quien debería darle la noticia a sus esposas. Nunca le ha ocurrido. Pero, ¿sabes ese chavo que viene de visita a veces, un chavo al que le falta parte de un brazo? Si, sé. He visto al muchacho de lejos. Le falta una mano y parte del brazo, lleva un vendaje blanco. Ahora no recuerdo si es la mano izquierda o la derecha. Se me hace que la izquierda, pero no estoy segura. Bueno, pues la historia es que Cutberto estaba en un cursillo de los muchos que el SME les ofrece. Antes de ascender un puesto, tenemos que hacer un cursillo, ¿sabe?. Fue al regresar cuando se enteró que había habido un accidente en su cuadrilla…
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El periódico El País tiene a un nuevo enviado especial en Nogales. Por como escribe, y por la foto que ilustra su artículo, me da la impresión de que el periodista, de nombre Guillermo Altares, se hospeda del lado gringo. La foto, al menos, está tomada del lado estadounidense, y los testimonios que presenta son del Nogales americano. El País, que forma parte del grupo Prisa. El grupo Prisa, mano que mueve a Televisa. Televisa, que obtendrá su ansiada licitación de fibra óptica –a no ser que una causa mayor venga a impedirlo- en cinco días a partir de hoy. ¿Y por qué, me pregunto, tendrá El País a un nuevo reportero cubriendo historias de miseria en la frontera, si ello solía hacerlo Pablo Ordaz, su gran reportero estrella? ¿Será porque a Pablo Ordaz lo tienen ocupado cubriendo asuntos de máximo interés nacional, como es el caso de la francesa Florence Cassez? De interés nacional para Francia, quiero decir. ¿Por qué a El País le interesa tanto tener algunas miserias de México en portada? ¿Será porque con una noticia tapa a otra? Las miserias de Copala, de la APPO, de Atenco, del parte de guerra diario, de los maestros de las secciones rebeldes, del SME, del saqueo energético, las miserias de una de las ciudades más grandes del mundo que está sufriendo un caos eléctrico creciente y preocupante…se cubren con reportajes fronterizos de escasísima novedad. Y mientras el Zócalo hierve de actividad, El País despliega con furia a sus reporteros especiales para que escriban más y más artículos.
Pero para recopilar historias de la frontera mexicana no hace falta mandar a un enviado especial a Nogales. Sin ir más lejos, en el Zócalo te las cuentan…
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Cutberto se acuerda muy bien de su último día de trabajo en LyFC. Era un jueves. Él descansaría viernes y sábado, y regresaría el domingo a trabajar. O eso creía. Había sido un buen día de trabajo, todo había ido viento en popa. Al regresar, cargaron la camioneta con un poste de luz. En una de esas, tuvieron un pequeño choque con un taxista. ¡Y el taxista, estaba hecho una furia! Se acuerda muy bien de ese taxista. Cutberto le dijo que no se preocupara. Desde luego, LyFC tiene un buen seguro que respalda los accidentes que puedan tener sus trabajadores. Se rellenaron los partes. El taxista se tranquilizó. ¡Pobre taxista! Dice ahora Cutberto. Seguramente, ya nunca pudo cobrar. Porque al lunes siguiente, LyFC, la gigantesca empresa estatal responsable de mantener con luz a unos treinta millones de personas, se la había tragado la tierra…por decreto presidencial.
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A la luz de una bombilla, cruzado de piernas sobre su catre, Marco desglosa sus historias. Es un gran cuentacuentos. De vez en cuando, un mosquito muere electrocutado en los aparatos de luz violeta que tienen instalados en las carpas. Cada vez que ello ocurre, un sonido terrible inunda la carpa. Y a mí me resulta curioso, que de todas las formas de deshacerse de los moscos, los electricistas hayan elegido la electrocución…
La primera vez que cruzó La Línea lo hizo con Visa y pasaporte falso. Algo fue mal y el pollero desapareció. Solo en la carretera, desorientado, Marco continuó andando. Al llegar a un gran cruce en forma de Y, no supo qué camino escoger. Al azar, escogió la izquierda, y al rato, sin saber cómo, se vio de nuevo en Tijuana…
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Cutberto es un hombre increíblemente alegre. Luce una enorme sonrisa que no abandona nunca su rostro, ni aún después de treinta y siete días sin comer. Está por cumplir los cincuenta y un años. Optimista nato, pensaba festejar su jubilación rentando un autobús para llevarse a toda su familia en un viaje al Norte. Son una familia alegre y unida. Su yerno, trabajador también de LyFC, se liquidó, pero Cutberto, al contrario que muchos otros trabajadores en resistencia, no le guarda ni un ápice de rencor. Cada quien debe hacer lo que cree correcto. No es el único de su familia que está aquí: hay dos primos más. Se encontraron en la huelga, sin haberse puesto de acuerdo, sin previo aviso. Recuerda como en los primeros meses de la extinción de LyFC, los electricistas del Estado de México iban de aquí para allá, arreglando los problemas cuando se botaba la luz. Jamás cobraron un céntimo por ello.
Si, la gente se ponía bien contenta, quería darnos algo en pago. Pero siempre les decíamos que no. Y –orgulloso, ensancha su sonrisa- lo que no pudo la CFE en cuatro días lo arreglamos nosotros en media hora…
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Helguera y El Fisgón visitaron la carpa y dejaron sendos regalos. El Personal de Apoyo muestra los dibujos con tremendo orgullo. No en vano son dos de los mejores y más queridos dibujantes de México. Variaciones sobre el mismo tema...
Helguera: ya ríndanse hijos de la sshingada...!
La segunda vez se trepó a una de las columnas de seis metros que en algunos puntos forman la interminable frontera. Lisas, casi imposibles de escalar. Él se trepó. El pollero te da la mano desde el otro lado. Al poco, ya cruzada La Línea, los detuvo una patrulla y los deportó. Hubo aún una tercera vez fallida, donde los atraparon mientras cruzaban los cerros a pie. Otra deportación. Se dijo que lo intentaría una vez más. Una última vez…
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Cutberto trabajó en Mercedes Benz y en General Motors. En fundición. Los pulmones comenzaron a resentirse y abandonó la fábrica para irse tres meses a Canadá. Todo legal. Viajó en avión y trabajó en el campo. Se ganaba bien la vida, y a veces iban a Toronto a comprar herramientas. Le gusta Canadá y él le gustó a los canadienses. Terminado el contrato, regresó a su casa. Sin avisar. Entró en la casa justo cuando sus cuñadas se llevaban a su esposa al hospital. Se había puesto enferma de tristeza. Llegó él, y a las pocas horas estaba curada y sonriente. ¡Qué alegría, qué fiesta! Le ofrecieron otro contrato de ocho meses en Canadá, pero rechazó. ¿Cómo abandonar a los suyos de nuevo? ¿Abandonar de nuevo a su esposa? No, nunca más. Ahora ya no busca trabajo. Es inútil. ¿Quién va a contratarlo con cincuenta años cumplidos? Por suerte, ninguno de sus hijos trabaja en LyFC. Así que Cutberto se va al rancho de sus padres, a escasos dos quilómetros de su casa, a ayudar en el campo…siempre sonriente, siempre alegre, reclama su derecho a cobrar su jubilación. Optimista, sin una sombra de duda. Ni el desánimo, ni el silencio mediático, ni las difamaciones, y mucho menos el hambre pueden hacer mella en el espíritu de Cutberto.
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Milenio y Televisa están en la carpa. Los veo de refilón. Sin duda están aquí para reportar algo relacionado con el Secretario de Turismo del Distrito Federal –que está al fondo de la carpa y además está también en ayuno por 48 horas- y con las grandes pantallas que se están instalando en el Zócalo para transmitir –lo primero es lo primero- el Mundial: fútbol para todos. Los huelguistas de hambre, sin embargo, están contentos. Pronto habrá gente en el Zócalo, mucha gente. Tal vez entonces dejen de ser invisibles…
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Sólo en una ocasión desaparece la sonrisa de Cutberto: al tomarle la foto. Es por eso, quizá, que os hablo tanto de ella. Para que no la olvidéis. Para que la tengáis presente. Para que sepáis que este hombre sueña ya con el instante de la victoria, el momento en que recibirá una llamada telefónica –la Suprema corte ha fallado a favor…- o tal vez algún compañero entrará corriendo a la carpa, saltándose todas las medidas de seguridad, enarbolando un ejemplar de La Jornada en alto –¡Victoria! Dirá tal vez el titular…-, el momento en que los trabajadores de LyFC que aún resisten –más de un tercio del total- volverán a desplegarse por la ciudad, como un ejército de hormigas, orgullosos de portar su uniforme, para reparar los miles de averías que ahora colapsan la red. Ligeros. Contentos. Irradiando luz…
El 8 de Junio salió Cutberto de la huelga de hambre...
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