Todos los caminos de la ciudad de México llevan al Zócalo, pero para cada persona el camino es distinto. Yo llegué hasta aquí buscando historias. Aquí, en el centro de la ciudad de México, bajo un sol inclemente o bajo las súbitas tormentas de la temporada de lluvias que amenazan con inundar las carpas de los huelguistas, hablo con los trabajadores y trabajadoras de Luz y Fuerza del Centro que se mantienen en huelga de hambre en su lucha para recuperar su empleo. Contra los grandes medios de comunicación y contra el reloj que avanza en su contra. Estas son sus historias.

miércoles, 16 de junio de 2010

Jesús - día 53


Nombre: Jesús Alcalá Aguilar

Huelga de hambre: 25 Abril – 12 junio : 49 días en huelga de hambre

Edad: 42 años

Puesto en LyFC: Superintendente A de los grupos de baja tensión

Se llama Jesús Alcalá, aunque todos le llaman por su título y su apellido, así: ingeniero Alcalá. Durante más de una semana mantuvo un pulso simbólico con el otro ingeniero de la carpa grande, Cayetano Cabrera. El pulso era imaginario –como ambos hombres admitieron- pero la imagen era devastadora: dos ingenieros en lucha contra su propio organismo, resistiendo los estragos del hambre y del tiempo. Me acuerdo mucho de esa imagen, aunque ahora Cayetano esté solo en la fila. Me acuerdo de los dos hombres que han querido levantar la bandera que orgullosamente portan en su corazón –la del Grupo de Ingenieros, ese estandarte tan conocido en las marchas del SME-. Me acuerdo hasta de algo que no tiene nada que ver: de una canción de la guerra civil española. Habla de puentes sobre un río y dice: Diez mil veces que los tiren / Diez mil veces los haremos / Tenemos cabeza dura / los del cuerpo de ingenieros…

Se llama Jesús Alcalá. Estudió ingeniería industrial gracias al tremendo esfuerzo familiar de sus padres y hermanos. Trabajó, como toda la familia –son once hermanos- en el Rastro de Ferrería desde que tiene memoria. A los cinco años andaba ya contribuyendo a la economía familiar: cuidando cosas, ayudando a cargar a las señoras, lo que fuera. Le tocó en suerte nacer de los últimos, y así pudo estudiar. Cada mañana su madre le daba un licuado para aguantar todo el día, y su padre le daba un peso para ir a la universidad: un solo peso, para pagarse el pasaje. A los 17 años ya estaba sindicalizado e iba a las sesiones de cine del SME. Acabó la carrera y entró en LyFC ayudado por su hermano. Como todos los ingenieros, pasó un examen antes de obtener el puesto. Dice que todo en su vida se lo debe a sus padres y a su sindicato: es por ello que en esta lucha está dispuesto a todo. Ha llegado a dar hasta cinco entrevistas diarias. Calcula que en total ha concedido tal vez hasta 30 entrevistas. Esta, dice medio en broma, será tal vez la última. La última en la huelga de hambre, claro está. Tuvo razón: al día siguiente, por la mañana, se lo llevaron. Dos metros a su derecha, el ingeniero Cayetano debió verlo partir.

Se llama Jesús Alcalá. Ha sido representante propietario del grupo de ingenieros durante ocho años. Lleva un sombrero de explorador que le da un curioso aire de turista, pero confiesa con sonrisa traviesa que se lo pone para que no se le note lo despeinado a causa de pasarse tantas horas tumbado. Porque los huelguistas cada vez duermen más horas: es el cansancio y el letargo que el cuerpo impone ante la falta de energía. Tiene una hija de dieciocho y un hijo de nueve años. A éste último le tuvo que explicar, antes de venirse a la huelga, por qué era necesario que su papá fuese a pasarse tantos días sin comer. ¿Por qué no te liquidas? Le preguntó su hijo. Jesús Alcalá se sentó junto a él y le desglosó sus razones: ¿acaso estaba obligado a firmar una liquidación voluntaria si su voluntad era permanecer trabajando? ¿una liquidación que además nunca fue la que por ley correspondía? ¿debía abandonar el sindicato y sus ideales por dinero? ¿acaso era justo que el presidente los aventase a la calle, desgarrase una empresa pública que no tenía el derecho a desgarrar, tomase sus instalaciones y herramientas y se las diese a otra empresa? ¿acaso era legal que al día siguiente esa nueva empresa ya estuviese contratando a otros empleados, cuando por ley hubiese debido recontratar a los antiguos empleados? Y lo más importante –y aquí su hijo debió, sin duda, abrir mucho los ojos- ¿y si al final ganaban, cómo iba a sentirse? ¿no le había enseñado muchas veces que las cosas que uno empieza hay que terminarlas? Si, papá, tienes razón -le dijo el niño-: ve y termina lo que has empezado…

Se llama Jesús Alcalá. Nada le gusta más que viajar y acampar, de preferencia con su familia. Es andariego y le gusta el aire libre: tiene suerte, a sus hijos también. Por eso, confiesa, algún día quiere viajar con ellos a Escocia, tierra de los grandes lagos. Dice que en algún lugar de Escocia hay un lago con una planta hidroeléctrica gemela de la planta de Necaxa. Y él quiere visitarla. En el lago Ness, en efecto, se construyó la primera planta hidroeléctrica de Escocia, concretamente en Fort Augustus. Fue inaugurada en 1890, o al menos eso dice este artículo. No sé si sea esa la planta gemela de Necaxa, pero es posible que sí. Me han contado como es Necaxa: verde, frondosa, lluviosa, casi –dijo alguien- como Colombia. O como Escocia. Tierra de grandes lagos y de grandes presas. Allá irá Jesús Alcalá algún día, felizmente trotando con sus hijos –a quienes ha mandado que aprendan buen inglés por si acaso- recorriendo las Highlands, tal vez para descubrir que ese país es tan parecido a su tierra natal que uno no se explica cómo es que allá son tan ricos, y aquí tan pobres…

Jesús Alcalá a su salida, 5 días antes de que se publicase este artículo, en su día 49 de huelga de hambre. Puedes visitar el blog del Grupo de Ingenieros, por cierto. (foto @ugaling)

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