Todos los caminos de la ciudad de México llevan al Zócalo, pero para cada persona el camino es distinto. Yo llegué hasta aquí buscando historias. Aquí, en el centro de la ciudad de México, bajo un sol inclemente o bajo las súbitas tormentas de la temporada de lluvias que amenazan con inundar las carpas de los huelguistas, hablo con los trabajadores y trabajadoras de Luz y Fuerza del Centro que se mantienen en huelga de hambre en su lucha para recuperar su empleo. Contra los grandes medios de comunicación y contra el reloj que avanza en su contra. Estas son sus historias.

viernes, 11 de junio de 2010

Carolina - día 48


Nombre: Carolina Cortés Camarillo

En huelga de hambre desde: 3 de mayo

Edad: 31 años

Puesto en LyFC: Controladoría general

En la carpa de las mujeres todo es distinto. Separada de las carpas de los hombres por un espacio de unos cuatro metros, se encuentra del lado de la catedral. Más cerca de dios, quizá. Las siete mujeres que se mantienen todavía en huelga de hambre vigilan celosamente su entrada. No hay, es cierto, ninguna barda que prohíba explícitamente entrar a esta carpa. Pero mientras las lonas que hacen las veces de puertas están permanentemente abiertas en las carpas de los hombres, las mujeres que se sientan frente a su puerta cerrada o semi abierta salen al paso de cualquier extraño que se acerque y educadamente lo atienden fuera. La carpa es suya: un pequeño espacio reservado para estar en soledad o con los suyos, un cálido refugio que las arropa y las protege del griterío exterior. Hoy confieso que estoy contenta porque por primera vez -tras veinticinco días de constantes peregrinajes al Zócalo- me ha sido concedido el privilegio de entrar al santuario de las mujeres. Todo es más pequeño aquí, más íntimo. Almohadones en forma de estrella coronan los catres cubiertos con colchas de colores. Una gran televisión apagada refleja destellos de luz. Un niño muy, muy pequeño, corretea entre los catres. Es el hijo de una de las huelguistas.

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Oración a San Judas Tadeo:

Oh glorioso apóstol San Judas Tadeo, siervo fiel y amigo de Jesús, el nombre del traidor que entregó a vuestro querido maestro a manos de sus enemigos y ha sido causa de que muchos os hayan olvidado, pero la iglesia os honra e invoca universalmente como patrón único de los casos difíciles y desesperados…

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Carolina me recibe sonriente sentada sobre su catre. Tiene una sonrisa contagiosa y acogedora, de esas que hacen que inmediatamente te sientas en casa. Me ofrece una silla. Lleva el pelo recogido en una trenza de esas tan bonitas y tan complicadas que siempre he envidiado porque nunca me las he sabido hacer. Antes, dice, lo llevaba suelto. Pero aquí, con una sola ducha y pocos medios, le resulta difícil controlar su rebelde y alborotado pelo negro, y por eso se lo trenza. No va maquillada, pero se ve bonita incluso tras los afilados rasgos que le han dejado 40 días sin comer. Al cuello lleva un rosario dorado y me cuenta que cada mañana, al despertarse, le da las gracias a Dios por estar viva un día más. Devota de San Judas Tadeo, patrono de las causas imposibles –terriblemente popular, por cierto, en esta huelga- y de San Pafnucio –patrono de las cosas extraviadas-, le reza al primero una oración cada noche y al segundo le ha hecho una manda de seis misas en su iglesia en la Calle de la Moneda si le devuelve su trabajo. Aunque su trabajo, puntualiza, en realidad no se extravió, sino que fue robado. Prometo entonces buscar en internet si existe algún patrono de las cosas robadas.

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Rogad por mí, que soy tan miserable, y haced uso, os ruego, de ese privilegio especial a vos concedido de socorrer visible y prontamente cuando casi se ha perdido toda esperanza…

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Trabaja en la Contraloría General, en la sección de contabilidad Iztapalapa, la misma delegación en la que vive con sus padres. La mayor de tres hermanos, entró a trabajar a LyFC muy joven, a los dieciséis años, cuando a su padre le fue permitido entrar a la empresa a alguien de su elección. Acabó la prepa pero no quiso ir a la universidad. Preferí el dinero, dice, siempre con su contagiosa sonrisa en los labios. Le gusta mucho su trabajo. Por sus manos pasaban los pagos a los grandes proveedores. Me explica la diferencia entre licitaciones y adjudicaciones directas: la adjudicación directa se produce cuando solo hay un proveedor de algún material. Como los medidores de luz, por ejemplo, adjudicados a IUSA, la única empresa que los manufacturaba. En su departamento se realizaban también las penalizaciones a las empresas que no entregaban sus productos a tiempo. Recuerda –frunce el gesto al hacerlo, pero ni aún así parece realmente enfadada- cómo su departamento penalizó a IUSA por 17 millones de pesos a causa de una entrega tardía, solo para que tiempo después el subgerente de compras revirtiese la orden, ampliase a posteriori el plazo de entrega y IUSA nunca fuera penalizada. Algo similar ocurrió con Mercedes Benz. Muchas fueron las grandes empresas que se beneficiaron, sin justificación alguna, de estos tratos de favor que repercutían negativamente en las cuentas de LyFC. Pese a que la fibra óptica de LyFC ya ha sido licitada (licitada, si, aunque un solo grupo, formado por el consorcio Televisa-Telefónica-Megacable, competía) y entregada por 883 millones de pesos –cifra a todas luces ridícula comparada con los 30.000 millones de pesos que le costó al erario público mexicano su instalación- Carolina cree en la victoria. Sonriente, plácida y tranquila, me cuenta cómo será. Vendrá Martín un día, nos reunirá y nos dirá: hemos ganado…

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Venid en mi ayuda en esta gran necesidad, para que reciba los consuelos y socorros del cielo en todas mis necesidades, tribulaciones y sufrimientos, particularmente para que regrese nuestro trabajo y para que bendiga a Dios con vos y en todos los escogidos por toda la eternidad…

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La única soltera que queda en casa, Carolina adora su vida casera. Se levantaba cada mañana a las 5:30, se bañaba, se arreglaba y desayunaba un jugo preparado por su madre y tal vez un sándwich. Iba luego a trabajar y regresaba sobre las 16.30. Comía entonces con su padre y su madre. Luego lavaba los trastes y ayudaba a su madre o a su padre en las gestiones pendientes. Algún día salía a bailar -salsa, su gran pasión- con sus amigos al Nueva Cuba. Una vida feliz. Privilegiada, dicen algunos. Le quedaban diez años para jubilarse y tenía ya tímidos planes. Tener un hijo, tal vez. Ya ha decidido su nombre: Arturo, nombre de reyes antiguos. Prefiere un niño, porque dice que los varones sufren menos, pero si fuese niña la llamaría Alondra. Tener un hijo y disfrutar del tiempo necesario para criarlo, para verlo crecer y jugar con él.

Me regala la oración a San Judas Tadeo que tiene en su libreta, escrita a mano. Quién sabe, tal vez yo también la necesite, y no está de más tenerla a mano. Me pide, luego, si puedo apuntarme una frase y tal vez ponerla en su entrevista. Es esta: abandonarse al dolor sin resistir, suicidarse para sustraerse de él, es abandonar el campo de batalla sin haber luchado. Es de Napoleón. Carolina escucha más de lo que habla, y pregunta más de lo que responde, pero aún así no logro enojarme, tal vez porque en esta carpa, entre estas mujeres que anotan las recetas del canal once, me siento a gusto. No será hasta dos horas después, cuando salga de la carpa de mujeres, cuando me daré cuenta de que en realidad es Carolina quien me ha entrevistado a mí.

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Os prometo, glorioso San Judas, acordarme siempre de este gran favor y nunca dejaré de honraros como a mi especial y poderoso protector, y hacer todo lo que se pueda para fomentar vuestra devoción. Amén.

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