Todos los caminos de la ciudad de México llevan al Zócalo, pero para cada persona el camino es distinto. Yo llegué hasta aquí buscando historias. Aquí, en el centro de la ciudad de México, bajo un sol inclemente o bajo las súbitas tormentas de la temporada de lluvias que amenazan con inundar las carpas de los huelguistas, hablo con los trabajadores y trabajadoras de Luz y Fuerza del Centro que se mantienen en huelga de hambre en su lucha para recuperar su empleo. Contra los grandes medios de comunicación y contra el reloj que avanza en su contra. Estas son sus historias.

martes, 25 de mayo de 2010

Isa - día 31



Nombre: María Isabel de la Rosa López

En huelga desde: 3 de Mayo

Edad: 26 años

Puesto en LyFC: Oficinistas varios

Sus compañeras la llaman Isa. Es una de las huelguistas de hambre más jóvenes que habitan bajo esta carpa. Tiene mi misma edad, y estudió, como yo, Comunicación y Periodismo. Tendrán que perdonarme, pues, si siento por ella una empatía injustificada. Es soltera, católica y vive con su madre: al contrario que el resto de huelguistas con los que he tenido el privilegio de hablar, ella no lucha por dejarle un futuro mejor a sus hijos –al menos, no literalmente, pues no los tiene-. Tampoco está aquí porque le guste la aventura o ansíe vivir nuevas experiencias. Al contrario, Isa es un remanso de paz y de calma. La verdad es que ella sólo quería una vida tranquila. Imaginaba su vida futura con un marido, hijos, una casa y una jubilación digna con la que enfrentarse sin miedo a la temible vejez, esa vejez que los mexicanos tanto temen, porque se saben débiles y desprotegidos de antemano, y ya voy viendo que tal vez lo que más temen –aunque no lo digan- es verse vendiendo chicles en cualquier esquina.

Confieso que se me hace extraño oír hablar así –así: de hijos, marido, casa y jubilación- a alguien de mi edad y profesión. Se me hace extraño que Isa no desee aventuras, nuevos trabajos y experiencias, que no abrace la inseguridad laboral como forma de vida y que la precariedad no sea su bandera. Tal vez porque yo no he tenido ni tendré nunca la oportunidad que ella tuvo de imaginarse una vida sin sobresaltos. Tal vez es simple envidia o incomprensión por mi parte, no lo sé. Al fin y al cabo, mi padre no trabajó en LyFC: el suyo sí. Mi padre no me dejó la oportunidad de entrar en una gran empresa de la que estar orgullosa, una empresa que me ayudara y me cobijara del violento mundo exterior: el suyo sí. Los trabajadores de LyFC despiertan ahora al pavor de quedarse desnudos y sin derechos en una partida donde empezaron con una ventaja duramente ganada y donde ahora se ven de golpe relegados al último lugar del tablero –no en vano están boletinados: ninguna empresa quiere contratarlos-. Ellos, que vivieron tantos años pobres pero confiados, ven como su sueño de ser clase media se rompe en pedazos por una realidad demasiado violenta. Y como en el cuento de los cangrejos, aún se ven jalados hacia el fondo de la cubeta, allí donde viven los que nunca disfrutaron del sueño de una vida un poco más amable.

Isa lleva siete años trabajando en LyFC como oficinista. En su departamento manejan la elaboración de horarios de vacaciones, incapacidades y otras incidencias. Desglosa con calma los tiempos de vacaciones de los trabajadores de LyFC: tres días el primer año, siete el segundo, y así, aumentando progresivamente, hasta alcanzar un máximo de veintiocho tras más de veinte años en la empresa. Un máximo de veintiocho días al año: dos menos que el mínimo reglamentario en España. Dijeron que eran privilegiados, huevones y rateros. Al oírlo, Isa lloró: no lo entendía. Tal vez no se habría imaginado nunca, como universitaria de la UNAM que es, culta e informada sobre las nuevas tendencias, que algún día sería ella quien volantearía en las marchas de protesta, que sobre ella –y no sobre un extraño que no nos importa, alguien cualquiera: el otro- recaerían los insultos o la hiriente indiferencia de la gente que pasa. Despertó al mundo de los adultos y de las responsabilidades con la muerte de su padre, hace cuatro años. Imaginó tal vez que no habría dolor más grande que ese, pero se equivocaba. Todavía quedaba el despertar a la injusticia, al pisoteo, a la humillación, a una indiferencia que nunca imaginó para ella.

Vapuleada por los mismos medios de información en los que ella se había formado y para los que había trabajado, desposeída de repente de toda seguridad o certidumbre, con la familia en pleno –hermana, cuñado y hermano- repentinamente sin trabajo ni posibilidades de hallar uno nuevo, Isa regresó entonces a las memorias de su padre. Recordó su infancia extremadamente feliz, los principios de honestidad en los que había sido educada, las luchas en las que su padre había participado para dejarle un futuro mejor a sus hijos, la educación, que fue su única herencia, todo aquello invisible e impalpable que su padre luchó por dejarle. Y entonces vino aquí, a defender lo que no solo es de LyFC, sino de todo su país. Porque dice que el gobierno está vendiendo lo que no les pertenece. Pero también viene a defender algo que le pertenece solo a ella: no su trabajo, sino sus recuerdos y sus principios, todo lo que le hace ser quien es.

2 comentarios:

  1. Isa, siempre ha sido una persona positiva que irradia alegria y paz, lo que no conocia de ella es esa fuerza interna. Muchas Gracias.

    ResponderEliminar
  2. es admirable tu fuerza isa, no te detengas por nada, ya veras ke todo saldra bien y tu esfuerzo sera recompensado, me enoja ke el gobierno siga pensando ke nunca perdera, pero por gente como tu cambiara la forma de pensar de muchos.
    suerte!

    ResponderEliminar